Itomori
Como decíamos, Kimi no na wa se puede disfrutar plenamente por sí misma. Sin embargo, si entendemos algunos conceptos del sintoísmo, las religión autóctona de Japón, la disfrutarás mucho más. De esta forma puedes entender mejor ciertas referencias culturales con las que la película adquiere un significado más profundo.
Sin duda, Shinkai ha hecho un gran trabajo porque ha intercalado a lo largo de todo el metraje gran cantidad de estas referencias. De esta forma, el espectador no japonés, aunque no las entienda, no puede más que sentir curiosidad. Aspectos como la cuerda trenzada de Mitsuha, los festivales en el santuario local o las menciones a los lazos entre personas están siempre presentes.
- El crepúsculo y la magia
Una parte importante de la película, donde más cosas pasan, es justamente en el momento del crepúsculo o, en el dialecto de Hida de donde proceda la protagonista, kataware doki. Es en este momento donde el día se encuentra con la noche y las fronteras entre lo real y lo ficticio se confunden. Que el crepúsculo es un momento donde cualquier cosa puede pasar y en el que existe la magia no es algo exclusivamente japonés, por supuesto.
De hecho, existe en francés la expresión entre chien et loup o, traducida, «entre perro y lobo», que hace referencia también al crepúsculo. Es en este momento cuando la luz es tan tenue que no se puede distinguir a un perro de un lobo. Pero esto sería la interpretación literal. También significa el punto en el que se enfrentan lo familiar y lo desconocido, lo seguro con lo peligroso. Es el momento en el que todo puede pasar, igual que ocurre en la película.
Y a buen seguro, además, esto nos recordará también a varias novelas de Haruku Murakami, en las que los protagonistas parecen vivir en nuestro mismo mundo pero, a la vez, son capaces de viajar hasta un mundo de magia que no está al alcance del resto (como La caza del carnero salvaje o El pájaro que da cuerda al mundo). Al más puro estilo del movimiento del realismo mágico.
En este caso, este crepúsculo es el momento en el que la frontera entre el hogar de los kami y el hogar de los vivos se difumina. Algo que vemos también cuando, casi al final de la película, Mitsuha y Taki se encuentran en el cráter donde reside el kami local. Esto ocurre sólo durante el crepúsculo y, antes de olvidarse de la historia y de sus nombres, intentan escribirse en las palmas de las manos el nombre del otro. Pero cuando el sol se pone, la magia desaparece y cada uno vuelve a su cuerpo.
- El hogar de los kami o deidades sintoístas
En la película, hay un momento en el que Taki intenta ayudar a la Mitsuha del pasado. Para ello necesita comunicarse con el kami o dios local para que interceda. Y vemos que acude a un lugar que está en el cráter dejado por un meteorito hace tiempo en Itomori. Allí, cruza un río y, si recuerdas las palabras de la abuela de Mitsuha, al cruzarlo entra en el mundo oculto o kakuriyo.
Cuando uno muere, según el sintoísmo, su cuerpo se convierte en polvo, pero el espíritu se convierte en kami y, desde el mundo oculto o kakuriyo, protege a sus descendientes (Kamata, 2000). Pero además, y también según el sintoísmo, el universo está compuesto tanto de lo visible como de lo no visible.
Nuestro mundo, el que podemos ver, refleja el mundo oculto de los kami, que es de donde todo emerge (Yamakage, 2006). Al menos esta es la visión de Hirata Atsutane, uno de los grandes estudiosos y teóricos del sintoísmo japonés en la primera mitad del siglo XIX.
Los muertos que han entrado a este mundo oculto han cruzado la frontera del mundo visible pero, por lo demás, viven una vida idéntica a la de los vivos y, en definitiva, se han convertido en kami (Sato, 2013). En cierto modo, esto lo puedes experimentar durante las fiestas del Obon en Japón, cuando los espíritus de los antepasados vuelven al mundo de los vivos a estar unos días con sus familias.
Por eso Taki puede comunicarse con el kami y ayudar a Mitsuha, porque encuentra el lugar en el que reside el kami y puede llegar a hablar con Mitsuha, ya convertida a su vez en kami.
Esto en cierto modo también nos recuerda a la película Mi vecino Totoro, cuando las protagonistas, Satsuki y Mei, se adentran en el bosque y acaban llegando a un claro donde se encuentra Totoro durmiendo. En este caso, ese punto al que llegan también es el kakuriyo o mundo oculto, ya que Totoro también es un kami.
- La cuerda del destino
En la introducción de la película se puede ver que aparece una cuerda roja, algo que luego aparecerá a lo largo de todo el metraje. De hecho, se puede ver como, en Itomori, el tejido de cuerdas es una tradición pasada de generación en generación. Y una de estas cuerdas es importante para la historia pues Mitsuha la utiliza habitualmente para recogerse el pelo.
En la mitología de Asia Oriental existe el concepto de la cuerda roja del destino, que proviene de leyendas chinas y japonesas (en el caso japonés recibe el nombre de unmei no akai ito, 運命の赤い糸). Según esta leyenda, los dioses atan una cuerda roja invisible alrededor de los tobillos o los dedos meñiques de las personas que están destinadas a encontrarse en ciertas situaciones o a ayudarse.
Las dos personas atadas por semejante lazo o cuerda están destinadas a ser amantes, independientemente del tiempo, del lugar o de las circunstancias. Y, de hecho, aunque esta cuerda pueda extenderse o enredarse, nunca se rompe (García et al, 2016).
En realidad, la manifestación física de esto a lo largo de toda la película no es más que la forma de mostrarnos un destino entrelazado que ha estado siempre ahí. En la película esto tiene su culminación cuando Mitsuha viaja a Tokio y se encuentra en el tren con un Taki que aún no la conoce. Cuando al llegar a la estación se separan, Mitsuha le tiende su cuerda trenzada. Esto es la confirmación para el espectador de que, en efecto, Mitsuha y Taki han estado siempre destinados a encontrarse.
Por eso, al final de la película, cuando se vuelven a cruzar varios años después, habiendo olvidado ya todo lo ocurrido, Mitsuha y Taki no pueden sino pararse. Porque están atados por el lazo rojo del destino que no se puede deshacer.
Esta referencia también se puede ver en películas como Dolls, de Takeshi Kitano. En una de las historias que se cuentan puedes ver a los «amantes atados». Ambos personajes tienen una relación que acaba abruptamente pero siguen, de alguna forma, vinculados el uno con el otro. Esto lo refleja el director mediante un lazo rojo que hace referencia a esta leyenda.
Y en realidad, el concepto de esta cuerda roja no es algo exclusivamente japonés u oriental. Todos conocemos también la idea del alma gemela, esa persona con la que conectamos a todos los niveles. Aunque la realidad es que, como dicen los psicólogos, no necesitamos a nadie para estar completos y, por tanto, el alma gemela más que esa persona con la que estamos destinados a vivir es, más bien, una persona que nos ayuda a propiciar un cambio.
Pero ese cambio ya lo tenemos dentro de nosotros. Sin embargo, hay que reconocer que a la hora de hacer una bonita historia como Kimi no na wa y muchas otras, es mucho mas efectivo para el espectador hablar de este concepto que no hacerlo sobre la idea de no necesitar a nadie.
- El musubi o unión a través del tiempo
En la escena donde están tejiendo las cuerdas, la abuela habla del concepto de musubi, muy enraizado en Japón (de hecho, no olvidemos que fue kanji del año en 2011 tras el terremoto y tsunami en Tohoku). Aquí la abuela dice que musubi es la antigua forma de llamar al kami del santuario. Y que «atar lazos es musubi, conectar personas es musubi, el paso del tiempo es musubi«.
De hecho, en palabras de J. W. T. Mason, autor de The Meaning of Shinto (1935) y The Spirit of Shinto Mythology (1939), «musubi es el concepto más esclarecedor del sintoísmo» (citado en Herbert, 2010). De hecho, el sintoísmo moderno interpreta el concepto de musubi como el espíritu del nacimiento, de la armonía, del llegar a ser, del crecimiento (Bocking, 1997).
El musubi es la fuerza vital que se encuentra en la naturaleza, es el proceso orgánico de desarrollo y crecimiento pero también de renovación y ocaso. Todo lo que hay en la naturaleza es musubi. Pero, a la vez, también es lo que nos lleva a comprender de forma espiritual el mundo y el universo.
Desde este punto de vista, el concepto de musubi extiende nuestra compresión sobre la naturaleza de la vida, porque nos dice que el verdadero significado no está sólo en lo que vemos, sino también en aquellas cosas que no son inmediatamente visibles o explicables (Rankin, 2010).
Justo como ya hemos explicado que ocurre con el mundo oculto donde viven los kami o como ocurre en la película en el momento del crepúsculo. Todo ocurre por el musubi y esto es lo que permite conectar a los protagonistas más allá del tiempo y el espacio.
De hecho, en otra de sus frases, la abuela comenta que «cuando una persona consume algo y esto se une a su espíritu, eso es musubi«. Y hay que recordar que, al principio de la película, vemos a Mitsuha como miko (sirvientas de los santuarios) haciendo una ofrenda de kuchikamizake en el festival del santuario local.
En la película se cuenta que el kuchikamizake es un sake que se obtiene fermentando el arroz con el aporte de la propia saliva. Tras este proceso, llevan las botellas al hogar del kami para que se produzca esta fermentación.
Y como de nuevo dice la abuela en otro momento, para salir del mundo de los kami se debe dejar algo atrás. Mitsuha ha dejado una parte de sí misma y eso es lo que le permite establecer esa conexión o musubi con Taki a través del tiempo. Por eso, cuando Taki consume ese sake, completa la conexión o lazo con Mitsuha.